jueves, 24 de junio de 2010

Fernando Savater

FRENTE AL ESPEJO



Guadalajara.Mexico.2008



Caracas.Venezuela.1999




Caracas.Venezuela.1981


El espejo de Vasco Szinetar

En lo más profundo de la caverna donde están encadenados por grilletes de rutina y
ofuscamiento, los tristes seres de la parábola que nos cuenta Platón en su “República” se
entretienen viendo pasar sombras temblorosas, deformadas, engañosas. Son imágenes de
imágenes, los espejismos de un espejismo. No sólo no revelan la idea imperecedera de cada
cosa sino que fingen una réplica azorada, falsamente intencional, de la menesterosa y
transitoria arcilla que imita a la idea.
Al menos la arcilla carnal no engaña del todo: la vemos desmoronarse. El tiempo que es su
secreto inexorable se descubre a cada paso, incesante, como una torpe réplica de la
inalcanzable eternidad. Se acumulan los adjetivos negativos porque en este perdedero que
llamamos “realidad” todo es perdición, privación. Aún peor es la sombra que en el fondo de
la cueva finge conservar lo momentáneo, lo que pasa sin tregua, lo que nos pasa y traspasa.
La réplica de la réplica que somos miente al desmentirnos, porque nos sobrevive. Por eso,
entre otros agravios, Platón expulsó a los artistas de su ciudad ideal. ¡Imagínense si hubiera
conocido a los fotógrafos!
El caso de Vasco Szinetar es el más grave de todos o al menos lo hubiera sido desde el
punto de vista de Platón. Sus fotografías no sólo cristalizan la sombra de nuestra sombra,
sino que además prefieren obtenerla del espejo, que ya en sí mismo no manifiesta sino la
fugacidad inestable de un reflejo. Se multiplica vertiginosamente el espejismo pero el
suyo es un espejismo conservado. La imagen reflejada en el espejo es y no es, nosotros
mismos –los por un momento aparecidos ante el azogue– somos mientras constantemente
estamos dejando de ser, pero la fotografía que capta tanta transitoriedad nos aprisiona en un
instante ideal más resistente que los demás, por tanto más mentiroso.
Y por eso mismo nos fascina tanto. Y nos hace concebir una desaforada esperanza o quizá
una alarma desaforada: ¿Habrá algún otro lugar, algún otro objetivo gigante y misterioso,
que detenga para siempre nuestra huida, que se niegue a nuestra total perdición? Un retrato
en el que sólo lo fugitivo permanezca y dure, como apuntó Quevedo, una sombra que
rehúse constatar que ya hemos muerto…
Será o no será. Nada sabemos, poco intuimos, demasiado esperamos. Lo único a nuestro
alcance es admitir la derrota pero también negarle a Platón su victoria inhumana ornada con
el estandarte de las ideas inmutables. Y podemos repetir los tercetos de aquel memorable soneto de Octavio Paz:


El espejo que soy me deshabita:
un caer en mí mismo inacabable
al horror del no ser me precipita.
Y nada queda sino el goce impío
de la razón cayendo en la inefable
y helada intimidad de su vacío.


Fernando Savater

1 comentario:

Heidi Moreno dijo...

Cuanta inspiración, que bonito escribe, que importante es sentarse un instante para dejar en hermosas frases, en palabras escritas;como cuales fotos que capturan los pensamientos. Gracias,por su pregunta:¿Habrá algún otro lugar, algún otro objetivo gigante y misterioso,
que detenga para siempre nuestra huida, que se niegue a nuestra total perdición?